En los ingenios
Nunca es tarde para aprender, y tampoco para enseñar. Parte II
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Nunca es tarde para aprender, y tampoco para enseñar. Parte II
En el post anterior te contamos sobre los inicios de nuestro programa conocido como la escuelita: ¿cómo nació?, ¿cómo fue evolucionado? y ¿hacia dónde va? Ahora te queremos presentar a dos personas que le dan vida a este programa: un estudiante y un facilitador. ¡Vamos a conocerlos!
Feliciano Melara es un vigilante de 38 años de edad, casado y padre de cuatro hijos. Ingresó a la empresa hace más de nueve años; sin embargo, tiene más de 27 años de trayectoria laboral debido a que empezó a trabajar desde muy pequeño.

"Me quedé huérfano a los 11 años y por eso tuve que dejar la escuela y empezar a trabajar. Solo logré sacar el sexto grado. Pero hace unos años me enteré de que en la empresa estaban dando clases, y que los que teníamos baja escolaridad podíamos inscribirnos y prepararnos para un futuro. Me puse a pensar en que tenía una hija en tercer ciclo a quién yo no podía ayudar con sus tareas, así que decidí aprovechar la oportunidad. Lo divertido es que, cuando empecé a estudiar, mi intención era ayudarla a ella, pero fue al revés porque yo le decía: 'écheme la mano en esto', y ella se ponía a ayudarme a hacer mis tareas. Eso estrechó aún más los lazos que existían entre los dos", comentó.
Ahora este compañero está a un paso de graduarse de bachiller y, al echar la vista atrás, asegura: "Lo más bonito de esta experiencia ha sido la paciencia con que nuestros compañeros de trabajo nos han enseñado y animado a continuar, porque para uno de adulto es más duro aprender. A veces hasta me daban ganas de salirme a medio año, pero ellos siempre nos motivaron para no tirar la toalla. Y como ya aprendí que para el estudio no hay edad, tengo la meta de seguir estudiando la Licenciatura en Ciencias Sociales en la Universidad. Mi sueño es poder compartir mis conocimientos con otras personas como yo".
Logros como los de Feliciano se deben, en parte, a colegas como Boris López, un joven metrólogo de 32 años que pertenece al área industrial de Grupo CASSA. Él es facilitador de la escuelita desde el 2009, donde enseña la materia de Ciencias Naturales a sus compañeros.

"Yo me uní al programa a los pocos meses de haber ingresado a la empresa. Empecé colaborando en bajo perfil, ayudando a hacer investigaciones, elaborando algún pequeño laboratorio y, poco después, me uní ya activamente dando clases de Ciencias a los alumnos de tercero y cuarto nivel. El tercer nivel equivale al quinto y sexto grado, el cuarto nivel es equivalente a tercer ciclo y el título que se obtiene es el de noveno grado", puntualizó.
Boris asegura que se interesó en el programa "por el sentimiento de poder ayudar a mis compañeros con lo poquito que uno sabe". Y añadió: "En el camino fueron surgiendo más sentimientos positivos cuando los veía emocionados de aprender algo nuevo. Para mí es una bonita experiencia de aprendizaje mutuo. Una de las experiencias más importantes que he tenido fue el caso de un compañero-alumno que vivía en una comunidad de escasos recursos y que, cuando aprendió a leer y escribir, se dio a la tarea de enseñar lectoescritura a sus vecinos. Esas son las cosas que me hacen sentir satisfecho y orgulloso de pertenecer a la escuelita".

Ellos son algunos de los protagonistas de una historia que empezó a escribirse hace más de nueve años, la cual traduce nuestra apuesta no solo por el desarrollo académico y profesional, sino también por la formación de mejores ciudadanos, a partir del fortalecimiento de valores como el de la solidaridad, el respeto y la responsabilidad.